VIAJE EN BUS DESDE BARILOCHE A EL CALAFATE
Por fin estamos sentados en el bus, listos para iniciar nuestro épico viaje, de más de 28 horas de viaje, por la estepa patagónica. Los autobuses están diseñados para soportar los culos doloridos de los valientes viajeros. La mayoría de los viajeros son mochileros, y algún lugareño que tiene que desplazarse a algún poblado abandonado en esta inmensa estepa.
Miriam y Mara están sentadas delante de mí. Yo tengo como compañero de viaje a un joven argentino, que viaja hasta El Calafate, para recoger un coche de alquiler de su empresa y regresar a Bariloche. Pronto Sergio, que así se llama, mantenemos una conversación muy amistosa. Me cuenta que tiene una familia con hijos, y que este tipo de viajes los realiza habitualmente para poder ganarse la vida.
Saliendo de Bariloche, pasamos por una colonia de casas (chabolas) donde me dice Sergio que vive con su familia. Es el contraste del Bariloche turístico y el real, donde viven en la indigencia la población local.
Durante el viaje, Sergio me va comentando y describiendo el paisaje y las costumbres locales.
Lo primero que nos sorprende, es que por la carretera no circula ningún vehículo, kilómetros y kilómetros. La carretera se extiende por la inmensa planicie de la estepa patagónica. Por ambos lados el vallado de las haciendas, se extiende en el infinito. Aquí todo es grandioso, y quedamos empequeñecidos en este paisaje.
Después de muchas horas de viaje, llegamos a pequeños poblados, que recuerdan al oeste americano: polvorientos y solitarios.
En estos pueblos paramos poco, estirar las piernas y poco mas. Las caras de los lugareños reflejan la melancolía de los olvidados.
Seguimos nuestro viaje por esta estepa solitaria y majestuosa. Cuando llevamos muchas horas de viaje por la ruta 40 y sin cruzarnos con ningún vehículo. De pronto aparece un cartel de obras en la carretera, y comienza otra nueva aventura. Vamos por una carretera de tierra y chinarros (ripio) que tanto abundan por estas latitudes. Mi amigo Sergio me comenta que en Argentina, a causa de las crisis económicas y la corrupción, instalan los carteles de obras, y se tiran así años y años. Desgraciadamente es lo que ocurre con nuestra carretera en obras. Más de 100 km. donde no se ve maquinaria ni obreros trabajando. El único consuelo es, que como vamos a 20 km hora, nos posibilita ver con todo detalle los Guanacos y los Ñandús, que tanto abundan por aquí y que nos miran con ojos sorprendidos de ver a esos locos que se aventuran por estas solitarias tierras, subidos en un extraño artilugio móvil que rompe el silencio sepulcral de estas tierras, arrastrando una gran cola de humo y polvo como se de un cometa moribundo se tratase.
Después de varias horas por la carretera de ripio, por fin de nuevo asfalto!!!. Nunca me imagine que me gustaría tanto ver el asfalto.
Empieza a aparecer en el horizonte un lago, y al fondo el pueblo de El Chalten. Es el pueblo más joven de Argentina, destino de la mayoría de mochileros, por sus famosas rutas de Trekking.
Estación de autobuses del Chalten. |
La mayoría del bus, se quedan en esta localidad. Nosotros continuamos viaje a El Calafate, bordeando el lago que separa estas dos localidades.
Pero llegamos al final del viaje, después de 2 horas y media de retraso, en total 28 horas sin paradas
Por fin llegamos a la estación, y nos dirigimos a nuestra nueva residencia: el hostel Las Carretas.
EL CALAFATE 26/11/2018
Son las 16:30 h. Cogemos un taxi para llevarnos al centro de el Calafate a coger el coche de alquiler en Hertz. Nos llevamos un chasco cuando el encargado del local nos recomienda no ir a las torres del Paine, que pertenecen a Chile, por lo que habría que sacar un permiso para poder pasar al otro país. Realmente no podemos hacerlo,, porque parece que son 6 horas para llegar allí y otras tantas para volver, con lo cual, no nos quedaría tiempo para hacer ninguna ruta. Después del cansancio del viaje en autocar, esto fue un jarro de agua fría. Así que nos vamos al hostel bastante decepcionados. Éste es bastante sencillo. Un albergue, y menos mal que tenemos una habitación para los tres con baño privado. También tenemos desayuno incluido, pero es el más básico de todos en los que hemos estado. Así que este día no parece nada bueno, no estamos en racha.
Como la mayoría de las edificaciones en esta parte del mundo, son de madera. |
La puerta de la derecha, da acceso a nuestra habitación. La puerta del fondo es el comedor comunal. |
Decidimos dar un paseo por las afueras de El Calafate, y nos encontramos con caballos salvajes.
Damos una vuelta por el pueblo, que aparentemente es solo la avenida Libertadores, la de nuestro hostel, y las construcciones a ambos lados de la avenida. Realmente son varias calles más paralelas hacia arriba y hacia abajo, todas construcciones en madera de estilo alpino, herencia suiza y alemana.
Tenemos hambre y decidimos darnos una buena cena y probar el cordero típico de esta zona. Así que pedimos el cordero y una patata rellena de salsa de queso, asada al horno, que está realmente buena. Y el cordero otro tanto de lo mismo. Acompañamos de un vino tinto Malbec. Y a descansar que mañana nos espera el Perito Moreno.
Miriam y yo antes de dormir, nos decidimos por tomar un par de pintas en cervecería la zorra. Donde hay más de 20 caños de cerveza artesana, elaborada por ellos mismos. Difícil elección!!!.
GLACIAR PERITO MORENO 27/11/2018
Nos levantamos pronto, como casi siempre, sobre las 7:30/8, para salir hacia el Perito Moreno. Al salir de el Calafate, cogemos a dos chicas que están haciendo dedo para llegar allí. Nos cuentan que llegaron hace un mes a Buenos Aires desde Eslovenia. Pero ellas, al revés que nosotros, empezaron desde Ushuaia. Van en bicicleta. Se pasaron a la zona austral de Chile, y de las torres del Paine pasaron otra vez la frontera a Argentina. A los dos días irían para el Chaltén y de ahí a Bariloche. Son dos verdaderas aventureras.
Mirador y al fondo el Glaciar Perito Moreno. |
Mara y Miriam con nuestras amigas Slovenas. |
Vamos llegando por la pasarela al Perito Moreno, y según nos vamos acercando, ya nos damos cuenta de que es más impresionante de lo que parecía que iba a ser. Comenzamos a ver el glaciar desde lo alto y vamos bajando por la pasarela, acompañados por el estruendo provocado por los trozos de glaciar desprendidos al agua. Pasamos por diferentes miradores, hasta situarnos justo enfrente, mano a mano con el glaciar. Es algo impresionante. Además tenemos la suerte de tener un día de sol espectacular. Los diferentes blancos del hielo son innumerables, desde grises, azulados, amarronados..... Hacemos los diferentes recorridos, ya que las pasarelas se agrupan en 3 circuitos: el blanco, que es el inicial; el verde que va hacia la izquierda por el bosque( este no lo hacemos); el rojo, que bordea el glaciar por el lado izquierdo, y hace un recorrido más alto y otro más cercano al glaciar y más bajo; y por último, el circuito azul, que es el que bordea el glaciar por el lado derecho hasta llegar al aparcamiento.
Vista del glaciar desde arriba. |
Durante todo el recorrido, el ruido de los pedazos que se desprende del glaciar es ensordecedor, es un espectáculo único.
Pensábamos que se iba a hacer en menos tiempo, y que podríamos llegar a comer a el Calafate. Pero nos paramos mucho en cada punto a mirar, hacer fotos, ver cómo rompen trozos de hielo y caen estrepitosamente al agua, con un sonido tronador. Y decidimos comer en el restaurante de allí, que aunque con unas vistas estupendas al glaciar, y muy elegante, no deja de ser solo para turismo. Y nos arrepentimos de no haber llevado bocadillos. Pedimos un menú de sopa de calabaza, lentejas típicas de esta zona de la Patagonia, con chorizo y escabechadas, y Mara cordero con verduras. Está todo muy rico. Y de postre, una copa de una especie de mousse de queso con frutos del bosque por encima, que luego nos dimos cuenta que era calafate, una planta que crece en esta zona, espinosa, baja y de flores amarillas. Los frutos son bayas azul oscuro, que se utilizan para mermeladas, jabones.... Es el que da el nombre al pueblo. Y se llama así porque servía para calafatear los primeros barcos de madera, haciendo las veces del cáñamo.
Vistas espectaculares desde el restaurante del parque. |
Después de comer, volvemos a ver el glaciar, haciendo las rutas de la pasarela blanca y azul. De vuelta al aparcamiento, ya está esperándonos Mara, que se había adelantado, con las dos chicas eslovenas. Están dándole de comer a un zorro que se había acercado por allí. Volvemos en coche y nos despedimos de las chicas, que son realmente encantadoras y sencillas. Nos cuentan un montón de cosas sobre su viaje, y también preguntan sobre el nuestro.
Zorro pasando tranquilamente por el aparcamiento. |
Miriam y yo decidimos ir por la tarde a Punta Bandera: un pequeño puerto situado en un entrante del Lago Argentino, donde existe un pequeño destacamento militar y de donde parten algunas embarcaciones que llevan a los turistas al glaciar de Perito Moreno. Estamos solos, no se ve a ninguna persona, solo algún perro vagabundeando, muy común en toda Argentina. En todas las ciudades y pueblos deambulan perros callejeros mansos, que sobreviven y conviven en estos entornos, como si fueran los descendientes de los antiguos perros domados por el hombre. Nunca hemos visto maltratar a estos perros, al contrario existe una relación muy buena entre perros y personas.
Antigua barcaza utilizada para el turismo |
Mara se queda en el hostel un rato mientras Manolo y yo vamos a tomar algo. Y nos paramos en la toldería a tomar dos pintas y una pizza. Avisamos a Mara por si tiene hambre, y se acerca hasta allí. Pedimos unas empanadas vegetales y otra capresse( con tomate y queso) con una copa de vino. Después a descansar porque al día siguiente nos vamos a el Chaltén, que está a 3 horas de el Calafate, para hacer una ruta de trekking hasta el Fitz Roy.
Cena de despedida del Calafate. |
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