domingo, 15 de diciembre de 2019

CHILOÉ 2º DÍA



DÍA 18/11/2018

Nos hemos levantado temprano para seguir conociendo esta hermosa y gran isla. Nuestro amigo Cesar nos recomienda ir a Quilquico, donde podemos contemplar enfrente la bahía de Castro, nuestro próximo destino. 


Vista de la bahía de Castro.


Después de recorrer un poco de la península, volvemos para dirigirnos a Castro: una de las dos poblaciones más importantes de Chiloé. Castro no nos decepciona, muy al contrario, es una verdadera maravilla, con sus casas de madera formando palafitos dentro de la bahía. Todo viajero que visite esta isla, no pude perderse este paisaje urbano tan hermoso y pintoresco. 
Los palafitos son construcciones realizadas dentro de la bahía, por los pescadores y gente sin recursos para poder pagar un terreno para edificar su vivienda. Los pescadores las construían dentro del agua, por que así no tenían que pagar por el terreno. Y las pintaban de vivos colores para poder distinguir desde sus barcas su casa y así vigilarlas y poder recibir mensajes de su familia.   























IGLESIA DE CASTRO














 Recorremos el pueblo hasta llegar al mercado. Como ocurre en todos los pueblos de la isla, el mercado es el espacio público y social, donde se desarrollan todas las actividades económicas y sociales. Allí se encuentran entre otros: el mercado del pescado y el mercadillo de los artesanos. El mercado del pescado está formado por distintos puestos abiertos a la plaza, donde se vende pescado y marisco, pero donde también se pueden degustar platos elaborados, por estos mismo marineros. Sin duda es un sitio muy especial donde se puede degustar pescado y marisco fresco. No como en Santiago de Chile, donde el pescado y el marisco se vende con más que dudosa frescura. 
Paseando por los puesto, observamos a un pescador tuerto de una de las casetas, como está destripando oricios y le echa de comer despojos de salmón a los lobos marinos que están en las escaleras que bajan hacia el agua esperando sus raciones de comida. Como ya vimos en Valdivia, los despojos del pescado son aprovechados por estos animales, que saben el lugar y hora donde comer gratis. Como ocurre desgraciadamente en  nuestra sociedad: los más fuertes son los que ocupan los mejores sitios y los más débiles tienen que esperar turno para tomar lo que les dejan. Nos entretenemos un rato con el espectáculo y el pescador nos cuenta que no podemos fiarnos mucho de la aparente docilidad de estos leones marinos que, aunque estamos muy cerca de ellos y no muestran signo alguno de atacarnos, ya que están más preocupados de la comida que de nosotros, son muy peligrosos cuando se les molesta. Nos cuenta entre risas, como un compañero suyo muy borracho, estuvo incordiando a uno de estos enormes animales y cuando menos lo esperaba le propinó un gran mordisco en la pierna que se llevó casi todo el gemelo en la boca. ¡No es un buen sitio para cogerse una borrachera! Hacemos alguna foto y algún que otro video desde muy cerca, pero con más precaución que antes. Después nos tomamos un ceviche en una de las casetas de los pescadores, que venden sus propios pescados frescos o cocinados a los turistas y lugareños.
























Continuamos hacia Chonchi, y allí comemos en un restaurante que ocupaba el extremos del puerto. Unas empanadas de pino, y bistec es lo que pedimos.












IGLESIA DE CONCHI



Las Iglesias están construidas por fuera y por dentro, totalmente de madera: las columnas y paredes son de madera ya que en estas islas no abunda la piedra de buena calidad. 








Después de comer, salimos a pasear por Conchi, pero el tiempo a empeorado mucho. Hasta en el clima se parece a Galicia ¡En esta región llueve sin parar!
 Nos aventurarnos hacia el oeste de la isla para hacer la ruta hasta el muelle de las Almas, en Rahue, pero el mal tiempo no nos permite ver en su verdadera belleza este parque natural. Llueve y hace mucho viento. Los guardas de la entrada del parque nos desaconsejan hacer la ruta. Aún así decidimos adentrarnos en el parque. Así que continuamos un poco más hasta donde se puede llegar en coche, e intentamos caminar un poco. Es imposible con este tiempo, nos damos la vuelta.  Nos vamos a la cabaña. Al llegar, encendemos la chimenea y pasamos el resto de la tarde tan a gusto, viendo llover y la entrada de los barcos en la bahía.









Cesar viene a despedirnos y nos tomamos un vino mientras charlamos al calor del fuego. Cesar es un gran conversador, de hablar tranquilo y entretenido. Nos recomienda la ruta que vamos a hacer al día siguiente.





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